Marcha corta, tranquila y llana. Nos vamos directamente hasta el cauce del Duero por el camino de La Guindalera, giramos en la estación depuradora y ya estamos perfectamente encaminados, yendo acompañados de cerca por el río. Chopos, algún álamo, abundantes zarzas nos pueden impedir en verano contemplar el río y sus habitantes, es decir, los ánades reales que siempre abundan, y alguna garza. Pero al llegar al puente renacentista que une Olivares y Quintanilla nos asomamos para contemplar detenidamente el río. Vemos una pesquera - de la antigua aceña - que hoy sirve para desviar el agua del Canal del Duero, que abastece Valladolid. Claro que también podemos bajar, pues el lugar es fresco y con zonas agradables en las que no falta el murmullo del agua. Por cierto, que al lado mismo del puente, tenemos dos fuentes, una en Olivares y la otra en Quintanilla. Preferimos seguir caminando junto al Duero, esta vez por un simpático sendero muy próximo al follaje ribereño y nos paramos en otra pequeña fuente que sirve para regar la huerta cercana. Curiosamente, enfrente, podemos ver un lavadero con su respectiva fuente. ¿Estarán todas hermanadas de dos en dos? Seguimos descubriendo agradables lugares de ribera a un lado mientras que al otro tenemos viñedos primero y luego tierras de cultivo. Nuestro sendero gira hacia el pueblo por el camino de Baubín - aunque también sigue junto a la ribera - y nos volvemos con la nostalgia de no acompañar más al Duero. Pero nos ha enseñado mucho en muy poco tiempo.