Muy cerca de la iglesia, al inicio de la carretera de Villabáñez, podemos estudiar en un buen cartel las diferentes rutas que nos ofrece Olivares. Para empezar, subiremos al pico Atalaya, por donde nos asomamos a una estupenda panorámica de casi toda la Ribera del Duero vallisoletana. El sendero sale del pueblo por el camino de las Bodegas. Nada más empezar tenemos una mesa con asientos para descansar, pero seguro que aún es pronto para este menester. La cuesta no es muy empinada, pero se nos hace larga. Pasa entre pinarillos y ya empezamos a disfrutar de un amplio paisaje. Bajo un buen roble han colocado otra mesa. Aquí comienza un vallejo y a unos pocos metros tenemos la fuente de Vallelado, semioculta en un intrincado bosquecillo de robles. Torcemos a la izquierda y en el camino de los rasos de nuevo a la izquierda. Llegamos al pico Atalaya, cuya virtud es que se mete en el valle como si fuera la proa de una nave. Gracias a esto se divisa bastante más allá de Peñafiel. También hacia el Oeste la vista impresiona. Como no tenemos prisa, podemos contemplar hasta que nos cansemos: el mar de viñedos que se extiende por el valle, la calles y casas de Olivares ¡qué bien se ve el mogote que hemos rodeado para subir al páramo!, las laderas del Sur... El sendero cruza la carretera y nos conduce a otro mirador con un buen roble al lado, el de los Aceituneros. Por cierto, si tuviéramos ganas de andar un poco más, adentrándonos en el páramo por la carretera llegaremos a un vallejo que, aguas abajo y en la linde de Castrillo, esconde un buen chozo de pastor. Bajamos por el camino del Tornillo y seguimos los indicadores hasta llegar de nuevo a la iglesia de Olivares. Ha sido un paseo corto pero intenso.