En origen fue uno de esos vados históricos del Duero que, en época de crecidas, era salvado por una barca. En el siglo XVI este vado fue sustituido por lo que actualmente es el imponente puente sobre el Duero, puerta oriental de entrada al municipio de La Vid (o Linares de la Vid), justo a los pies de su Monasterio.
Se empezó a construir por iniciativa de la familia de los Mendoza (1532), aunque las obras quedaron paralizadas tres años después y éste se vio reducido a unas vigas cuya travesía ofrecía mucho riesgo, ocasionando numerosos accidentes mortales. En 1603 Bartolomé Joly comentó que pasaron el cauce vadeándolo, lo que da una idea de su situación.
La crisis general del siglo XVII debió contribuir a que no se reparara el puente, pues en 1739 se encontraba prácticamente en ruinas y habían colapsado dos de sus diez bóvedas. Reparado en 1753 por Marcos de Vierna, en breve volvió a amenazar ruina, y así se mantuvo hasta 1780, fecha en la que el propio monasterio proyectó una reconsolidación.
Cuando la travesía pasó a formar parte de la carretera de Valladolid a Calatayud en la segunda mitad del siglo XIX, se eliminó parcialmente la pendiente y se procedió a un recrecimiento de las fábricas con una piedra sensiblemente más clara que la original.
Este puente ha estado dando servicio a la carretera nacional 122 entre Valladolid y Soria hasta principios de los 90, pero desde antiguo ha venido soportando un tráfico muy intenso que, afortunadamente decrece considerablemente tras la puesta en marcha de la Autovía del Duero, gracias a la construcción de un nuevo puente a escasos metros del histórico de piedra.
Esta estructura de 136 metros de longitud ha sido reformada por el Ministerio de Fomento en 2019 tras localizar varios daños graves.
Técnicamente hablando, está orientado de norte a sur y se trata de un puente de sillería de diez bóvedas de cañón. Actualmente mantiene los 21 pies de ancho (6 metros) y sus diez bóvedas, de luces variables, siendo las mayores las centrales, y decreciendo hacia las márgenes, lo que le presta un perfil suavemente alomado, que está definido además por una imposta sobresaliente del paramento. Adosados a las pilas (aguas arriba) existen tajamares apuntados y rectangulares aguas abajo, que en dos de ellas alcanzan el tablero formando apartaderos. Conserva el pretil original, rematado por una albardilla semicircular.
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